miércoles, 17 de febrero de 2016

5.3.1. Identifica y expone en qué consiste el componente natural innato del ser humano y su relación con los elementos culturales que surgen en los procesos de antropogénesis y humanización, dando lugar a la identidad propia del ser humano.




La evolución ha ido superponiendo en nuestro cerebro diferentes capas: a la agresividad del cerebro reptiliano, se le ha añadido la afectividad del cerebro de mamífero y por último la racionalidad del neocortex. 

Los seres humanos somos un conjunto complejo de razón y emociones. 

Aunque hombres y mujeres usamos el mismo lenguaje, tenemos necesidades emocionales diferentes, pues nuestros cerebros no funcionan del mismo modo, aunque seamos en lo básico iguales.

Sería difícil entender una inteligencia desprovista de afecto al igual que la afectividad sin algo de racionalidad.

La primera nos robotiza al reducir todo a un cálculo racional. Si nos robotizamos somos infelices.

La segunda nos animaliza, porque desaparece todo control sobre los impulsos, se guía sólo por el placer y el dolor. Tener mucho dinero puede llevarnos a nuestra destrucción. 


“El mayor demonio soy yo misma.
Soy al mismo tiempo mi mejor amiga o mi peor enemiga,”
dijo Whitney Houston a Diane Sawyer en una entrevista en 2002.


Nuestro cerebro carece de manual de instrucciones y es difícil conseguir el equilibrio entre sus partes.



INTELIGENCIA


Hay seis tipos de inteligencia:

-ACADÉMICA consiste en la capacidad verbal y matemática.

-ESPACIAL propia de los arquitectos o los jugadores de "tetris".

-CINÉTICA fluidez y gracia corporal, tanto en la danza como en el deporte.

-MUSICAL propia de los compositores.

-INTERPERSONAL capacidad de relacionarse y dotes de liderazgo.

-INTRAPSÍQUICA capacidad de equilibrar nuestros sentimientos.



EMOCIONES



Al igual que siempre estamos pensando algo, siempre tenemos un estado de ánimo. Normalmente no es muy intenso, nos encontramos bien. Pero las circunstancias pueden provocarnos sentimientos como la alegría o el aburrimiento. Si la intensidad aumenta hablamos de emociones o de pasiones, que condicionan nuestro comportamiento, nos impiden pensar con claridad. 

Las emociones son impulsos que nos mueven a actuar. Ponen en marcha automáticamente comportamientos ante determinados estímulos externos. Las respuestas emotivas de nuestros antepasados fueron clave en la supervivencia de la especie. Cada emoción va acom­pañada de reacciones de carácter fisiológico. El miedo hace que la sangre fluya con más fuerza hacia los músculos. El asco nos hace contraer la cara para cerrar las fosas nasales y evitar la entrada de olores dañinos.


Emociones universales según Ekman

• repugnancia
• felicidad
• ira
• miedo
• sorpresa
• tristeza

miedo y sorpresa: terror

miedo y tristeza: desesperación

ira y asco: desprecio

alegría y aceptación: amor

alegría y sorpresa: deleite

confianza y sorpresa: curiosidad

alegría y esperanza: optimismo

miedo y aceptación: sumisión

ira y confianza: dominación

tristeza y sorpresa: desilusión

asco y tristeza: remordimiento


Ver la rueda de las emociones de Robert Plutchick


Las emociones son lo que nos permite afrontar las situaciones difíciles con éxito. La mayoría de nuestros actos tienen una multitud de consecuencias, si intentáramos analizarlas todas fríamente, nunca tomaríamos una decisión. Lo que realmente nos hace ponernos en marcha, es que inconscientemente asignamos un valor emocional a cada experiencia, si no sentimos ningún tipo de emoción ante un evento nos quedamos indecisos.

El argumento del asno de Buridán dice que si a un asno hambriento se le sitúa equidistante a dos montones de paja idénticos, se quedaría inmovilizado, incapaz de tomar una decisión y moriría de hambre.

En su origen etimológico, el término griego pathos (o passio en latín) remite a «padecer», a sufrir algo, a recibir algo de manera pasiva (esta acepción permanece en castellano, cargada de connotaciones religiosas: la pasión de Jesucristo). 


Ante las pasiones la tradición filosófica occidental generó un dualismo que dio lugar a posiciones opuestas.

Por un lado, están las teorías de carácter racionalista que han considerado que la razón, es superior a los deseos y pasiones, debe dirigirlos y dominarlos, o bien reprimirlos y erradicarlos. 
Esta tradición que arranca en Grecia, y que tiene en los estoicos sus representantes más radicales (las pasiones, como perturbaciones del alma han de ser eliminadas), se consoli­da con el cristianismo. 
De ahí la importancia que generalmente se ha concedido en la educación al dominio y control de las pasiones, entendidas como algo que invade, nubla y some­te al psiquismo
Las posiciones racionalistas o intelectualistas se suelen contraponer a otras que consideran que lo esencial en la vida humana no es la razón, sino las pasiones, los deseos, etc. 


David Hume sostiene que no es la razón la que guía nuestra conducta sino las pasiones. La razón no nos puede llevar a actuar, ya que, por si misma, sólo puede descubrir relaciones, comparar, calcular, pero no mueve a la voluntad ni puede oponerse a las pasiones. 
“La razón es, y sólo debería ser; la esclava de las pasiones y no puede desempeñar otro oficio que servirlas y obedecerlas”


Nietzsche criticó toda la tradición filo­sófica por ser racionalista. El ser humano es una multiplicidad de instintos en lucha constante, y la voluntad ha de querer lo que favorece la vida. 
Los racio­nalismos son expresión de un talante moral indeseable que ha dado la espalda al cuer­po y ha negado la alegría de vivir. 

“Mientras la vida asciende, la felicidad es igual a instinto”.


Freud  afirma que el sujeto no conoce ni controla los mecanismos inconscientes que motivan sus deseos y sus acciones. 
La razón no dirige nuestros actos. 
Son a menudo impulsos irracionales los que deciden lo que pensamos, soñamos y hacemos. Los seres humanos estamos esencialmente constituidos por dos tipos de impulsos o instintos que nos guían de manera inconsciente: Eros yTánatos

Eros o impulso de vida, incluye fuerzas que sirven al placer sexual y a la autoconservación. Tánatos, o el impulso de muerte, es una tendencia a la separación, a la agresión y a la destrucción. 
Estos impulsos originarios permanecen reprimidos en el inconsciente y deben ser transformados, en acciones aceptables socialmente. Freud pensaba que siempre existe un conflicto, entre nuestros impulsos y las demandas de la sociedad. (ver "El malestar en la cultura")



Frente al dualismo, emergen planteamientos que rechazan la oposición entre razón y pasión, y que prefieren hablar de emoci­nes racionales e irracionales.

La «inteligencia emocional» denomina la integración de la inteligencia humana con la capacidad afectiva o sentimental.

El ser humano tiene que reaccionar con miedo, con amor, con cólera, frente a las circunstancias. El mundo afectivo es neutro, no existen emociones buenas o malas, sino un uso correcto o incorrecto de ellas. Ya decía Aristóteles que "cualquiera puede enfadarse, eso es fácil. Lo difícil es enfadarse con la persona adecuada en el momento justo y en el grado necesario". 

La educación de la afectividad permite el control inteligente de los estados afectivos. En una persona descontrolada no existe proporción entre el estimulo que recibe y su reacción personal. La más insignificante adversidad provoca una reacción violenta que puede ser de una agresividad activa verbal o fisica, o bien en una agresión pasiva de cerrazón y negativismo.

De cómo se combinen la inteligencia y las emociones dependerá el éxito o el fracaso de nuestra vida. El éxito social no depende en exclusiva de un elevado coeficiente intelectual, ni de la belleza o la capacidad de resolver problemas, la inteligencia sólo aporta un 20% a los ingredientes del éxito. El niño más listo de la clase no siempre alcanza el mayor éxito profesional. Muchas personas parecen tener el secreto del comportamiento social, mientras que personas muy inteligentes son un desastre relacionándose con los demás.









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