miércoles, 12 de enero de 2011
MADUREZ EMOCIONAL
Ser capaz de controlar los altibajos de la vida sin reaccionar exaltadamente es el sello distintivo de la madurez emocional. "El arte de vivir en paz con aquello que no podemos cambiar, el valor para cambiar lo que se debe cambiar, sin importar lo que se tenga que hacer para lograrlo y la sabiduría para saber la diferencia."
Una persona con madurez emocional es capaz d hacer frente a las dificultades, que tendrán un impacto externo, pero no interno. A pesar de todo, mantendrá la fe en las personas y en sí misma y tendrá un sentimiento positivo sobre la vida. Se recuperará de las crisis.
Una persona inmadura reacciona ante las dificultades con amargura, resentimiento, desesperación o ira. Siente que la vida le trata injustamente. Deja escapar sus sueños y se da por vencido.
El ser humano tiene que reaccionar con miedo, con amor, con cólera, frente a las circunstancias. La educación de la afectividad permite el control inteligente de los estados afectivos. En una persona descontrolada no existe proporción entre el estimulo que recibe y su reacción personal. La más insignificante adversidad provoca una reacción violenta que se concretiza en una agresividad activa de tipo verbal o fisico, o bien en una agresión pasiva de cerrazón y negativismo.
La madurez afectiva no es nada fácil de lograr en nuestra sociedad, donde prima lo técnica sobre las necesidades humanas, lo que promueven el desarrollo de tendencias destructivas, como se puede comprobar por el incremento de la violencia, el consumo de drogas legales e ilegales, el aumento de los divorcios, la delincuencia, el terrorismo...
los indicadores de la madurez afectiva son:
LA SOCIABILIDAD, Cuando el individuo forma parte de forma positiva y constructiva de los grupos como de familia, amistad, matrimonio y otros, podemos suponer que tiene una afectividad madura.
EL AMOR, no podemos identificar el amor con el sexo, ni con el amor romántico. Las manifestaciones sentimentales y sensibleras que son perfectamente justificadas en las primeras etapas del enamoramiento no siempre son reflejo de la fuerza del amor, sino más bien de la soledad de una persona afectivamente insatisfecha.
El verdadero amor, según los penetrantes análisis de Erich Fromm, supone la capacidad para dar mas que para recibir afecto y la capacidad para darse a sí mismo. Implica, además, cuidado, esto es, preocupación para satisfacer las necesidades biológicas y psicológicas de la persona amada; responsabilidad, o sea, la atención a la seguridad y bienestar; conocimiento y comprensión, o lo que es lo mismo, interés por penetrar en los pensamientos y sentimientos de la persona amada, a así interpretar las cosas desde su punto de vista.
Sin embargo, seria un error pensar que el amor es algo que nace espontáneamente o que se desarrolla por sí solo. El amor es algo que hay que cultivar durante toda la vida. Dicho de otra forma; tenemos que aprender a amar y este aprendizaje no termina nunca porque cambian las personas, cambian las circunstancias y cambiamos nosotros biológica y espiritualmente. Pocas personas llegan a la perfección del amor porque pocas llegan a la madurez afectiva.
LA CAPACIDAD DE EXPRESAR Y COMUNICAR LOS SENTIMIENTOS, los niños expresan con toda espontaneidad sus sentimientos. Para muchas personas la vida presenta circunstancias penosas, que impactan en la afectividad. Cuanto más afectiva es una persona por naturaleza tanto mas sufrirá la incidencia de tales situaciones, impidiéndole llegar a la madurez afectiva y generando algún tipo de perturbaciones. Las formas más comunes de tales procesos serán o la excesiva timidez, o una agresividad manifiesta o latente, que en cualquier momento puede surgir de forma explosiva.
Diariamente no comunicamos con numerosas personas, pero la mayoría de las veces es una comunicación funcional y superficial. Pero con algunas personas se borran las barreras corporales, se intuyen mutuamente los pensamientos y los sentimientos que se transfieren sin esfuerzo.
EL CONTROL EMOCIONAL, no podemos, por ejemplo, eliminar un temor ante una situación. Pero si podemos formar hábitos que nos ayuden a controlar el temor en sus primeras etapas, a fin de actuar sin dejarnos dominar por el mismo. No podemos impedir enojarnos frente a una ofensa o una injusticia, pero si podemos formar el hábito de no permitir que cualquier contratiempo nos haga perder el control de nuestros actos
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